La espiritualidad de la Congregación está fundamentada en la Santísima Trinidad. Ha de adorarse en Ella a la Augusta Persona del Padre, como el término último de todas las adoraciones; a la Persona del Hijo, como el altar de todos nuestros sacrificios, y en quien y por quien únicamente son aceptables ante Dios nuestras ofrendas; y, a la Persona del Espíritu Santo, como el fuego divino que ha de consumir todos nuestros holocaustos.